“Hay demasiados educadores
–los padres, la policía, la escuela y las iglesias–; la función de la
literatura es cualquier cosa menos esa. Que de paso también educa, sí, pero esa
no es su función”, decía el escritor e ilustrador Gustavo Roldán. Sus libros le
dan la razón: sencillos, divertidos y juguetones, demuestran una vez más que
con poco se puede decir mucho. Ahora editorial Thule ha publicado El erizo y
Cómo reconocer un monstruo, dos maravillosos ejemplos de su trabajo.
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