lunes, 23 de febrero de 2015

El ilustrador de la semana: Gorey en un mundo gore


Rodeado de gatos y libros. Dibujando distraído en un papel. Haciendo las compras, en una presentación de títeres, arriba de un escenario. Pensativo, a momentos cansado o simplemente aburrido. Es el Edward Gorey que retrata la cámara de Christopher Seufert, quien desde hace varios años prepara un documental sobre los últimos días del dibujante. Lejos de la imagen de sí mismo que construyó, sin los aparatosos abrigos de piel que solía lucir con insolencia, en las imágenes se muestra de polera o camisa, cotidiano y cercano. Incluso a pesar de su singular aspecto marcado por su gran porte, su calva y barba, sus manos cuajadas de anillos y esos aros en la oreja más propios de un corsario del siglo XVII que de uno de los ilustradores más reconocidos del siglo XX, parece estar despidiéndose.

Quizá a esa altura Gorey ya venía de vuelta. El 22 de febrero habría cumplido 90 años. Pero el maestro del humor negro se negó a vivir en nuestro caótico siglo y decidió, convenientemente, fallecer en abril de 2000 ahorrándose ver cómo su figura se transformaba en una personalidad de culto, el gótico victoriano en una moda y la muerte infantil en un espectáculo televisado.
Su fama no ha dejado de crecer y a la iniciativa fílmica, que finalmente debería estrenarse este año, se suman la transformación de su casa en un museo dedicado a su memoria, las abundantes reediciones de sus libros, una creciente cantidad de seguidores dispuestos a comprar desde muñecos hasta joyas, jabones y relojes con sus dibujos, y una ya asentada influencia en creadores como el cineasta Tim Burton, el escritor Neil Gaiman o los ilustradores McBess y Shaun Tan. 

Para explicar porque nos sigue fascinando la obra de Gorey no basta con evocar su trazo sofisticado, la elegante precisión de su escritura, el desparpajo de sus historias ni su impredecible imaginación. Muy por el contrario, es posible que sus libros se hayan transformado en un espacio de contención en un mundo que hace tiempo es mucho peor que cualquiera de las delirantes pesadillas que plasmó.

A pesar de que en sus libros
mueren niños pequeños de las más insensatas maneras, víctimas de un destino desdichado, siempre hay algo de humor, algo de ternura que nos pone a salvo. Son muertes sin crueldad, sin morbo ni deleite. Ni siquiera es macabro en el sentido estricto de la palabra. Es una simple constancia de la fragilidad de la vida, una inquietud, con escalofríos y risa nerviosa incluidas, que se termina a la hora en que se termina la lectura. 


La realidad que nos ha tocado vivir es muy distinta. En pleno siglo XXI la matanzas de menores, los bombardeos a distancia sobre escuelas, los trabajos forzados, la falta de educación, la desigualdad extrema, los raptos, la mutilaciones, el tráfico de seres humanos, la prostitución, la pedofilia y el hacinamiento siguen presentantes y no basta con dar vuelta la página para que finalicen. Están ahí afuera y nos llevan, una y otra vez, a buscar refugio en las imágenes de Gorey.

Por Claudio  Aguilera

Para conocer más
Edward Gorey Documentary de Christopher Seufert Aquí
Casa Museo de Edward Gorey Aquí
Una divertida animación para una serie de televisión basada en los dibujos de Gorey Aquí

Libros disponibles en PLOP! Galería
El zoo absoluto (libros del Zorro Rojo)
El ala oeste (Libros del Zorro Rojo)
El wuggly ump (Libros del Zorro Rojo)
 

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